Hasta aquí he narrado la nebulosa de sensaciones que has creado en mí. Desde mi celda, uno de tus jueces me tomará testimonio la siguiente vez que te observe. Así ha sido pactado.
Por ahora no tengo defensor. Tampoco creo que tengo derecho a un juicio justo, según tus indicios. Parece que no estoy en condición de apelarte nada. No obstante, narraré mi verdad. Y lo haré a partir de este momento. Al fin y al cabo, es todo lo que tengo, y aún no me la puedes arrebatar. Alguien me escuchará y emitirá su propio juicio, y eso tal vez me haga un poco libre. Sí, mi verdad, esa verdad: esa misma que me impide morir cada vez que te miro a través del cristal.
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