sábado, 10 de octubre de 2009

Cinco

Hasta aquí he narrado la nebulosa de sensaciones que has creado en mí. Desde mi celda, uno de tus jueces me tomará testimonio la siguiente vez que te observe. Así ha sido pactado.

Por ahora no tengo defensor. Tampoco creo que tengo derecho a un juicio justo, según tus indicios. Parece que no estoy en condición de apelarte nada. No obstante, narraré mi verdad. Y lo haré a partir de este momento. Al fin y al cabo, es todo lo que tengo, y aún no me la puedes arrebatar. Alguien me escuchará y emitirá su propio juicio, y eso tal vez me haga un poco libre. Sí, mi verdad, esa verdad: esa misma que me impide morir cada vez que te miro a través del cristal.

Cuatro

Como es de comprender, la rebelión no duró mucho. Pronto volví a verme encadenado a los suplicios del deseo, atrapado nuevamente en aquel carrusel, que ahora se desplaza a mil revoluciones por minuto, teniendo como eje mi existencia. Parte y todo se origina en la definición de los conceptos, que no existen, que adquieren forma en la fantasía y se vuelven fuertes, cada vez más fuertes. Sucumbo, porque soy humano, porque no tengo coraje para instaurar un nuevo orden social en el que no existas, porque, aunque duele admitirlo, mi poder y éxito dependen de ti. Madre y verdugo que estás detrás del cristal, a cuyas formas me vuelvo a someter, acógeme y quiéreme, enmarrocado, como estoy, culpable.

Y dame tu pecho abierto en el momento indicado, para crearte confusión. No Amén.

Tres

No recuerdo con exactitud la primera vez que supe de ti. No obstante, tu influencia siempre ha sido una constante de esfuerzos y frustraciones, como un carrusel que pasea las  emociones de niños ansiosos, y en algunos casos, egoístas. Me convertí pronto en tu hijo. El reflejo de tu imagen, tu espíritu santo, acudió a mis hombros una mañana de apogeo. Aprendí la comunión de los conceptos, el manual de las exclusiones, el libro de las dudas. Mi obediencia a tu culto fue intachable. Pero entonces hubo otro como tú que me mostró el filo opuesto de tu credo. Miré tu rostro por primera vez. Encaré la rebelión.

Dos

Avanzas como una plaga supeditada a tus estímulos y mis percepciones. He aprendido a interpretar tu credo y a dejarme atrapar por tus feromonas de mujer en celo. Pero no eres mujer. Ni siquiera eres materia. No tienes mente, pero tu influencia es capaz de dominar al mundo.

Yo me llamo humano y tú no tienes nombre.

Uno

Te veo: eres el asesino que se luce detrás del cristal. No tengo armas para defenderme. Tampoco encuentro forma de huir de esa sensación que me aprisiona. Has entrado en mis pensamientos, dominas los sensores que doblegan mis impulsos. Tienes mi necesidad y mi no necesidad. Tienes lo que el demiurgo creó para ti. Yo tengo la esperanza de ser libre.